Arquitectura de oficios

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El Molino Harinero

Una de las curiosidades de La Hiruela es su molino de agua. Para llegar hasta él, partiremos desde las inmediaciones de la Plaza de San Miguel de La Hiruela, por un camino que discurre paralelo al arroyo de la Fuentecilla, en medio de avellanos y álamos temblones hasta confluir con el río Jarama.

Las primeras referencias históricas a este Molino Harinero se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII. Hasta 1888 fue propiedad comunal, pero en ese año fue vendido a un vecino de Torrelaguna. La mayoría de los molinos de la Sierra del Rincón pertenecieron al concejo, a cofradías o a hospitales. Se situaban en lugares estratégicos para aprovechar al máximo la fuerza del agua. No cabe duda de que este lo es.

Rodeado de abedules, sauces y álamos que hoy en día dan sombra a un merendero al aire libre con mesas y un aula apícola, se erige este molino rodezno, totalmente restaurado, que estuvo en funcionamiento hasta 1960. Está dotado de parte de su maquinaria original que, por cierto, funciona y aprovecha la fuerza del cauce del Jarama para moler el grano y hacer la harina.

Exterior del Molino Harinero de La Hiruela
Exterior del Molino Harinero de La Hiruela

A diferencia de los molinos de paletas hidráulicas o aceñas, los de rodezno o “de caz”, estaban situados a la vera de los ríos, para lo cual se construía un depósito o azud que embalsaba el agua para conseguir una diferencia de altura y lograr así, una mayor presión y volumen suficiente. De este modo, cuando llegaba el verano y el caudal del Jarama era menor, se conducía el agua desde el azud por un canal (que se llama caz o “cauce”), que precipitaba el agua en caída libre por unos estrechos conductos llamados saetines o saetillos e impulsaban el chorro a gran presión contra unas ruedas horizontales llamadas “rodeznos” que transmitían el movimiento por un eje vertical (el árbol o “palón”) a un aparejo donde se colocaban, por lo general, un juego de piedras de moler. La inferior, que generalmente estaba fija, recibía el nombre de solera y la superior volandera.

Encontrarás un rodezno, un palón y una muela volandera apoyados en la pared exterior del molino. En el interior, acompañado de un vídeo explicativo, podrás conocer los entresijos del oficio de molinero que pagaba una renta de 80 fanegas y se quedaba con la maquila o salario de molienda, 2,5 kg por fanega (la fanega es una medida de extensión, equivale a 6.400 m2, en peso varía entre 60 y 80 kg, incluso en algunos sitios llega a 140 kg.). El molinero, además de la harina, se alimentaba de la caza y la pesca que le proporcionaba el bosque y de un pequeño huerto que cultivaba en la parte trasera del molino.

Como tantas otras cosas, los molinos de rodezno cayeron en desuso a lo largo del siglo XX y fueron paulatinamente abandonados. El de La Hiruela, debido a su aislamiento geográfico se mantuvo en funcionamiento –incluso- durante la posguerra, cuando la mayoría de los molinos fueron precintados como medida de racionamiento.

©Equipo de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón

Colmenar centenario

Otro enclave mítico para los habitantes de La Hiruela es su Colmenar centenario, visible desde la carretera M-137 y situado muy cerca del molino, en un paraje denominado “Prado Viejo”. Su interés radica no solo en la fecha de construcción, que con más de 200 años de antigüedad es una reliquia de la apicultura serrana, sino también etnológico, como vestigio material de cultura antigua.

Tras un recinto amurallado en piedra, se extienden más de un centenar de colmenas fabricadas de manera tradicional, con un tronco de madera hueco en su base y lanchas de piedra que hacen de tapa. Recibían el nombre de corchos y se trata, probablemente, del único colmenar comunitario que se conserva todavía en la Comunidad de Madrid.

Fueron colocadas en este terreno comunal por cinco familias de apicultores, con troncos de gran porte pertenecientes a diferentes árboles, para que las abejas ubicaran en ellos sus colmenas y así poder extraer luego la miel.

La calidad de la miel de La Sierra del Rincón es excelente y se puede adquirir en los establecimientos turísticos de La Hiruela y de otros pueblos de la comarca. También otros productos asociados con las abejas, como el polen, el propóleo, la jalea real o las velas, por ejemplo.

Antiguamente, las explotaciones apícolas eran familiares y sedentarias ya que la miel se elaboraba de forma artesanal. En la actualidad, el sistema más utilizado en España es la transhumancia. Las colmenas se trasladan a otras zonas al atardecer, una vez que las abejas han regresado, hacia otras regiones y, de este modo, aprovechar la floración en cada época del año.

Y, es que las abejas tienen un importante papel productivo al favorecer la polinización de las flores de las especies que visitan. Los expertos aseguran que una sola abeja puede pasar por cerca de un millón y medio de flores en los 60 días efectivos que tiene de trabajo al año.

En la década de los sesenta, La Hiruela contaba con 120 colmenas que, junto a otras 60 en Puebla de la Sierra eran responsables de más de 2 toneladas de miel anuales. Esta producción casi se duplicó cincuenta años más tarde. Es lógico, los sistemas de producción han variado mucho y se han modernizado con tecnología punta de movilidad. La Hiruela es, en este sentido, una de las poblaciones pioneras a través de un programa suscrito con la empresa Hewlett-Packard para gestionar datos y fotografías GPS cuya información permite estudiar el estado de las poblaciones de abejas y la idoneidad de los emplazamientos de las colmenas.

Colmenar centenario de La Hiruela
Colmenar centenario de La Hiruela © Equipo de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón
Detalle de colmena
Detalle de colmena © Equipo de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón

Antigua Carbonera

Otro de los oficios que se conservaron durante siglos en la Sierra del Rincón es el de carbonero (o fabriquero), que convertía la leña en carbón vegetal y, en la Dehesa de La Hiruela, hallaremos el Museo del Calor, donde se reproduce una antigua carbonera (u hornera) que se constituye en referente etnográfico de uno de los principales pilares de subsistencia de la vida tradicional del municipio: el carbón vegetal.

Para acceder a la Antigua Carbonera tomaremos la Calle del Corcho (M-137). A no más de 700 metros aproximadamente hallaremos a mano derecha, un desvío que nos conduce hasta este curioso equipamiento que nos ayudará a entender, mediante un panel explicativo, cómo se alzaban antaño estas peculiares estructuras.

Bajo el control de los concejos, se obtenía la madera de las dehesas y montes mediante el sistema de adjudicación de parcelas, llamadas suertes, entre los residentes o empadronados en los pueblos. El carboneo en la Sierra del Rincón tenía lugar durante los meses de invierno, cuando las labores agrícolas lo permitían. La leña, de roble o brezo y, en menor medida de encina o haya se acarreaba en mulos hasta la hornera que se enclavaba en algún lugar llano, resguardado del aire y con tierra suelta. Uno de estos enclaves estratégicos era el Prao, un robledal propiedad de Santuí, en el término municipal de Bocínago que fue vendido a La Hiruela. De la tala de sus robles se obtuvo carbón y en su tierra se sembraron patatas de secano que –recordemos- “mataron el hambre en La Hiruela”.

La carbonera tenía forma de cúpula y se construía en torno a un círculo trazado en el suelo que era proporcional a la cantidad de madera acumulada. En el centro se clavaba la niña, una estaca que servía de eje para la construcción y que, una vez apilada la madera, se retiraba para servir de hueco para la chimenea. Este horno se cubría de hojas y tierra y se prendía fuego por la parte superior. Un proceso largo y duro.

El carbón de encina y roble se destinaba a braseros y el de brezo para alimentar el fuego de las fraguas.

La Hiruela y la Puebla de la Sierra son los pueblos que conservaron esta actividad durante más tiempo. La última carbonera se construyó en 1966 precisamente en la Puebla.

Vista general de la reconstrucción de una carbonera